El Romanticismo en España
El Romanticismo es un movimiento político, filosófico y social que transformó profundamente la manera de pensar en casi toda Europa y en los países de su influencia. El Romanticismo fue una corriente que se opuso y se rebeló contra otra, la Ilustración.
La Ilustración confiaba en la capacidad del ser humano para alcanzar la felicidad mediante el orden, la igualdad, la paz y la razón. Contra esta corriente siempre ha habido un espíritu romántico que se rebela contra la injusticia, reclama más libertad y le da mayor importancia a las emociones que al pensamiento.
El Romanticismo asumía el legado de la Ilustración, reconocía los avances científicos y la importancia que se le daba al individuo. Sin embargo, por otra parte, el pensamiento romántico rechazaba el excesivo peso que el Siglo de las Luces había concedido a la razón y a la ciencia. El resultado de confiarlo todo a la razón era completamente insatisfactorio para el individuo romántico, que confiaba más en la capacidad imaginativa del individuo y daba gran importancia a la subjetividad. La felicidad basada en el orden, el control y la igualdad que promovía el proyecto ilustrado era del todo insuficiente para el romántico.
Los deseos del ser humano, pensaban los románticos, van más allá de sus necesidades materiales. Eso no significa que tuvieran una alternativa, y su actitud era a veces rebeldía en estado puro, rebeldía contra una vida que nunca colmaría sus deseos, su anhelo insaciable. Esto producía muchas veces en el romántico un sentimiento de angustiaque desembocaba a menudo en crisis espirituales.
El Romanticismo tuvo en España repercusiones mucho menores que en el resto de Europa. España no había vivido una Ilustración tan radical, no había padecido un convulso proceso revolucionario como el de Francia y, además, el catolicismo seguía rigiendo la vida de las personas.
El proyecto ilustrado había llegado a España con poca intensidad, y apenas había afectado de manera profunda a las instituciones, al sistema político y al pensamiento. La mayoría de habitantes en España seguían siendo esencialmente creyentes. Sin embargo, había mucho en común entre el pensamiento romántico y la Iglesia católica. Les une su rechazo a la Ilustración, ya que los dos estaban de acuerdo en que la razón no era suficiente para conseguir la felicidad.
La religión católica y el Romanticismo también coinciden en la idea de que los deseos del alma humana no se pueden satisfacer en este mundo. La diferencia fundamental es que el pensamiento católico conservador considera que a este mundo no se ha venido a ser feliz, sino a ganarse la vida eterna. En cambio el romántico vive el dolor de este mundo con ansiedad e inquietud. Sus ideales son muy altos y la realidad no hace más que decepcionarle.
Este rechazo del pensamiento ilustrado hizo que los escritores españoles católicos sintieran afinidad por el movimiento romántico de signo conservador. ¿Eran románticos? ¿No lo eran? En todo caso fueron intelectuales españoles que se identificaron con algunas de las ideas románticas.
La Ilustración confiaba en la capacidad del ser humano para alcanzar la felicidad mediante el orden, la igualdad, la paz y la razón. Contra esta corriente siempre ha habido un espíritu romántico que se rebela contra la injusticia, reclama más libertad y le da mayor importancia a las emociones que al pensamiento.
El Romanticismo asumía el legado de la Ilustración, reconocía los avances científicos y la importancia que se le daba al individuo. Sin embargo, por otra parte, el pensamiento romántico rechazaba el excesivo peso que el Siglo de las Luces había concedido a la razón y a la ciencia. El resultado de confiarlo todo a la razón era completamente insatisfactorio para el individuo romántico, que confiaba más en la capacidad imaginativa del individuo y daba gran importancia a la subjetividad. La felicidad basada en el orden, el control y la igualdad que promovía el proyecto ilustrado era del todo insuficiente para el romántico.
Los deseos del ser humano, pensaban los románticos, van más allá de sus necesidades materiales. Eso no significa que tuvieran una alternativa, y su actitud era a veces rebeldía en estado puro, rebeldía contra una vida que nunca colmaría sus deseos, su anhelo insaciable. Esto producía muchas veces en el romántico un sentimiento de angustiaque desembocaba a menudo en crisis espirituales.
El Romanticismo tuvo en España repercusiones mucho menores que en el resto de Europa. España no había vivido una Ilustración tan radical, no había padecido un convulso proceso revolucionario como el de Francia y, además, el catolicismo seguía rigiendo la vida de las personas.
El proyecto ilustrado había llegado a España con poca intensidad, y apenas había afectado de manera profunda a las instituciones, al sistema político y al pensamiento. La mayoría de habitantes en España seguían siendo esencialmente creyentes. Sin embargo, había mucho en común entre el pensamiento romántico y la Iglesia católica. Les une su rechazo a la Ilustración, ya que los dos estaban de acuerdo en que la razón no era suficiente para conseguir la felicidad.
La religión católica y el Romanticismo también coinciden en la idea de que los deseos del alma humana no se pueden satisfacer en este mundo. La diferencia fundamental es que el pensamiento católico conservador considera que a este mundo no se ha venido a ser feliz, sino a ganarse la vida eterna. En cambio el romántico vive el dolor de este mundo con ansiedad e inquietud. Sus ideales son muy altos y la realidad no hace más que decepcionarle.
Este rechazo del pensamiento ilustrado hizo que los escritores españoles católicos sintieran afinidad por el movimiento romántico de signo conservador. ¿Eran románticos? ¿No lo eran? En todo caso fueron intelectuales españoles que se identificaron con algunas de las ideas románticas.